Chihuahua, Chih.
“Y cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí”:
Augusto Monterroso.
Los comicios locales para elegir ayuntamientos y diputaciones en los estados de Coahuila e Hidalgo, celebrados ayer, estuvieron marcados por singularidades, por ejemplo, son de las primeras elecciones que tienen lugar en el país en ser realizadas bajo esta compleja coyuntura interminable del COVID-19.
De tal suerte que, además de la consabida tinta indeleble, los organizadores de las mismas hubieron de ser estrictos en el seguimiento de los protocolos de sana distancia, utilización de cubrebocas, además de gel antibacterial; ello, en aras de evitar contagios ¡Un desafío colosal¡
Quizás por este complejo contexto atípico, la participación social en las mismas, apenas arañó al 40% del padrón electoral, de acuerdo a las fuentes que le dieron seguimiento.
A pesar del carácter eminentemente local de ambas elecciones, resalta un hecho que debemos tomar en cuenta, máxime ahora, que se acerca el proceso electoral del 2021 (el cual será, a nuestro juicio, una suerte de megaelecciones, debido a la magnitud y a la cantidad de cargos de elección popular que ahí serán votados): la aparente y contundente victoria del tricolor en ambas entidades, hecho que no se veía venir por prácticamente ningún analista político, donde, lo mucho que se planteaban, eran ganancias pírricas para el otrora partido de estado (y sucedió todo lo contrario).
Para explicar estos hechos, conviene observar al complicado universo que envuelve a ambas entidades.
A contrapelo de estados como Chihuahua, donde desde la década de 1980 ha primado un creciente bipartidismo; entidades como Hidalgo y Coahuila, se cuentan entre las pocas del país en las que, en pleno siglo XXI, no se ha alcanzado la alternancia política.
Han sido feudos del tricolor por más de 90 años.
En el caso de Coahuila, por camarillas que han gravitado conforme transcurren los sexenios (destacando los Moreira); mientras, en Hidalgo, se ha mantenido incólume el grupo Hidalgo.
En Coahuila, al igual que en Chihuahua, ha existido cierto bipartidismo, aunque, resueltamente, un poco más débil que el alcanzado en Chihuahua; la izquierda, salvo el caso de La Laguna, nunca ha tenido una gran fuerza de empuje en la región, donde existen ínsulas de pensamiento crítico, al igual que en otras latitudes del estado norteño.
Hidalgo, en tanto, fue feudo del tricolor hasta la década de 1990. Si bien, existió cierta oposición de izquierda en los tiempos del partido hegemónico (vía la Normal de Mexe y otros luchadores notables), no fue hasta finales de esa década, cuando el PRD devino en una fuerza emergente y, hasta el decenio siguiente, cuando mostró que podría ser una fuerza que podría desbancar al otrora poderoso tricolor.
Muestra de esto fue que, en 2006, José Guadarrama Márquez (viejo cacique tricolor, luego transmutado a las lides izquierdistas) ganó la senaduría de mayoría para la “Coalición por el Bien de Todos”, desbancando al segundo lugar a Jesús Murillo Karam, viejo peso pesado del tricolor, quien, incluso, había gobernado esa entidad del altiplano durante los años 90.
Sin embargo, el éxito izquierdista fue llamarada de petate. El PRD no mantuvo su poderío, y, en los años siguientes, la poderosa maquinaria tricolor, siguió haciendo ganar a sus candidatos sin problemas.
Ejemplo de ello es que, no obstante su prestigio a nivel nacional, la ex directora de la Comisión de los Pueblos Indígenas (CDI, hoy IMPI), Xóchitl Gálvez, no pudo imponerse en la carrera a la gubernatura ¡aún siendo postulada por una amplia coalición opositora (PAN, PRD, Convergencia)¡ Los comicios fueron ganados por el ex alcalde de Pachuca, Francisco Olvera, quien se impuso sin problemas; no obstante hubiesen impugnaciones de por medio.
Tiempo después, el poderío del PRI parecía intocable. Omar Fayad tenía la gubernatura en la bolsa, desde que lo hicieron candidato (de acuerdo a las encuestas); y, aunque en la capital del estado del altiplano, se impuso el blanquiazul, en el terreno municipal y parlamentario, el tricolor parecía imbatible.
Estos escenarios vinieron a reconfigurarse en 2018.
En ambas entidades (Hidalgo y Coahuila), el efecto López Obrador caló hondo, no obstante ser territorios priistas de tradición. En los dos estados, se ganaron las senadurías y las diputaciones de mayoría; aunque el tricolor mantuvo, coincidentemente, los escaños de primera minoría.
En el mismo tenor, MORENA logró imponerse como mayoría en el Congreso hidalguense, en una decisión histórica (pues el PRI siempre había alcanzado esta posición).
A este respecto, se han dado algunas explicaciones. Aunque el escribiente endosa estas históricas decisiones al descontento que prevalecía a lo largo y ancho del territorio nacional, algunos analistas, como Roger Bartra y Carlos Elizondo, llegaron a sugerir, en sus columnas, que había habido un sutil entendimiento entre ambos partidos, motivo por el cual se había dejado pasar la transición sin problemas, y la todopoderosa maquinaria tricolor, no había operado como acostumbraba a hacerlo.
Resulta complejo comprobar esta teoría; pero, lo que sí es cierto, es que ciertos personajes con vieja raigambre tricolor, como Gerardo Sosa Castelán, terminaron tejiendo redes con el partido guinda.
Sin embargo, ambas no han estado exentas de polémica, sobre todo porque Sosa Castelán, ha sido históricamente exhibido como operador tricolor, y por tejer una madeja de relaciones sociopolíticas en torno al poderío que históricamente detentó en la Universidad de Hidalgo (Miguel Ángel Granados Chapa, dixit).
Varios operadores de Sosa terminaron encontrando lugar en MORENA; empero, esto les valió el cuestionamiento de algunos militantes, pues, Sosa, por su añejo actuar delictivo terminó siendo investigado por la UIF, de Santiago Nieto, y llevado tras las rejas, para que respondiera por la plétora de delitos que se le acumulaban (fuente: Revista Proceso).
Quizás, la detención del ex rector de la UAEH cimbró las estructuras, y la estructura electoral con la cual contaba, dejó sus lealtades guindas, para volver a servir al desgastado tricolor. A pesar de todo, su hermano, Damián, fue el candidato de Morena a la alcaldía de Tulancingo.
También es posible que los del PRI, como hábiles estrategas, hayan querido dar una blitzkrieg (guerra relámpago) a MORENA, con quienes habían aparentado tejer una aparente cordialidad, para, en el momento menos pensado ¡dar la estocada¡ Finalmente, se puede pensar que estos resultados, son consecuencia del desgaste del partido guinda; pues las guerras fraticidas, y el alejamiento de AMLO del CEN del partido, ha tenido consecuencias más que notorias.
Habría que repasar lo ocurrido este domingo. Parece que, cual texto de Monterroso, el dinosaurio seguía ahí cuando despertamos este lunes.
APOSTILLA.
Luis Arce, antiguo Ministro de Finanzas de Bolivia del gobierno de Evo Morales, y arquitecto del “Milagro Boliviano”, podría ser el próximo Presidente de esa nación. Por lo pronto, el gobierno interino ya le dio el visto bueno, y las tendencias podrían ratificarse. El eje progresista parece volver a Las Américas; veamos si recobra el protagonismo del pasado reciente.