Juárez tirasup
De una honda y celeste nada

De una honda y celeste nada 15 de abril de 2024

Alfredo Espinosa

Chihuahua, Chih.

No.
Mi asunto no es la literatura,
es la libertad

El libro se desenjaula cuando entra a la vida de quienes lo leen.  
Un libro no es solamente un autorretrato y una fotografía de la época en que se escribió: es un río de latidos que palpita cada vez que un lector abre sus páginas. Y sus páginas son atmósferas de otras vidas.
Un libro se escribe con todo lo que uno es. 
Enumerar las disciplinas en las que hemos gastado nuestras vidas, y de las que dan cuenta los currículums, apenas si se bocetaría con líneas tenues la caracterización de un artista. Porque lo verdaderamente importante sucede en el corazón. 

La vida te pone los instrumentos y te dice: dícete. 

Y te aventuras a selvas que se oscurecen entre más te adentras, y a los paisajes galácticos de la imaginación florecida, y entre las navajas enemigas, las manzanas del deseo y las realidades insólitas, toreas el tiempo que te fue obsequiado. Y nadie, solo el artista, tendrá que sobrevivir para contarlo.

Yo, por mi parte, fui un animal celeste y solitario que imaginó muchas vidas pero que solo atinó ser algunos quienes.

Y ese itinerario del vértigo, se plasma en la obra artística.

Por sus obras, conocerás al artista.

Soy escritor que ha publicado treinta libros en los géneros de poesía, novela y ensayo; he realizado exposiciones de pintura y de otros objetos de arte. Y he trabajado todos los días en la psiquiatría y en la psicoterapia.

Un escritor solo necesita un trozo de papel, una pluma y muchos, e insalvables problemas personales: yo cumplí con estos requisitos iniciales. 

Los posteriores eran hacerse del instrumental necesario para acometer una obra de arte. Arte, sí, eso es lo que es un libro de literatura, aunque haya sido construido ladrillo a ladrillo, o haya sido inspirado por el gorjeo de los ángeles. 

Arte que se escribe con suspiros o con bilis negra. Arte que expande los territorios y los acerca al aire de la libertad. Arte como un puñetazo en la carcajeante cara del poder. Arte que cava infiernos para llegar a las nubes. Eso intenté con mis libros.

Cada página que he escrito, cada lienzo que he pintado ha significado un combate en el corazón en los territorios de la libertad.

La literatura, sin duda, me ha dado una gran plenitud. Muchos libros he publicado, tantos que se han tenido que talar algunos bosques; en cambio, reforesté, para el patrimonio cultural y artístico, una selva.

Me aventuré en la literatura por esa vía sombría como la única manera de encontrar las raíces del Mal que serpentean con cada injusticia, en todas las violencias. 

He andado a ras de tierra, hiriéndome con las púas de la realidad, en sus sótanos, o trepado en las azoteas; pero también  me interno a los sueños, conozco gentiles seres en el cosmos, visito la región azul de la imaginación y me abandono a su fluir.

Las vueltas que da la vida y la vida que dan las vueltas, apaciguan en mí el espíritu que antes se entristecía o se enfurecía por la ruin manera que hemos hecho girar el mundo. Aunque me dejo seducir por la sabiduría que trasminan las culturas y los siglos y que a cada gota nos recuerda que las personas destruimos los instrumentos de nuestra dicha.

Y sin embargo, el perro amarillo que sigo siendo, gruñe; y cuando llega la inspiración, soy un rinoceronte que canta a una mariposa.

No veo al arte como un instrumento de la trascendencia o la fama, sino como un excelente vehículo para la felicidad. 

Vivo en tierras bárbaras, y soy un artista local, esa desafortunada excentricidad,  y por eso desistí muy tempranamente de algún tipo de reconocimiento o de pago por los enormes esfuerzos que realizamos los creadores para acercarnos un poco a esa neblina fascinante que es el arte. 

La atmósfera artística, donde la encuentres, expresa por sí misma, salud social y una comunidad que también tiene ganas de florecer. Y esa maravilla la hacen los artistas. Obsequian un rasgo de luz al rostro sombrío.

El arte salva de la locura de la normalidad, te lleva a donde quieras, incluso al lugar donde ya no eres. 

Pinto arrebatos, diseño sillas mágicas, crío una parvada de jaulas, lamino caprichos y otras criaturas, y mantengo el azoro frente a otras apariciones que me posibiliten expresarme con la fuerza del arte. 

Y hablo con los pájaros. 

Cierto: cavé infiernos para hallarle las raíces al Mal; pero también la libertad con la que ha trabajado me ha lleva a otras partes del cosmos, y en la imaginación me di cuenta que los límites no existen. 

Lo que imagines puedes llegar a crearlo.

Y esto es el arte: Algo que sólo estaba en la imaginación, con magia y trabajo, el artista lo aparece en la realidad.